El historiador y periodista argentino Osvaldo Bayer (Santa Fe, 1927) fue un testigo presencial de la construcción y de la caída del Muro de Berlín. El 13 de agosto de 1961, se encontraba en la República Democrática Alemana (RDA), invitado como periodista para ver cómo empezaba a ser edificado el “Muro de Protección Antifascista”. Veintiocho años después, la caída de lo que los occidentales llamaban “el Muro de la vergüenza” lo encontraba en el barrio berlinés de Kreuzberg, donde se había exiliado durante la última dictadura argentina (1976-1983). El autodenominado anarquista y autor de La Patagonia Rebelde conversó con RFI sobre estos dos momentos históricos.
-¿En qué circunstancias presenció la construcción del Muro de Berlín?
- Yo era secretario general del sindicato de prensa (el gremio de los periodistas) y nos invitaron a cinco de nosotros para visitar la RDA. Nos habían invitado junto a otros periodistas del mundo porque al día siguiente comenzaba la construcción del muro. Y era para explicarnos. Esa noche no pudimos dormir del ruido de los camiones que iban por Unter den Linden -la avenida principal de Berlín- hacia la frontera con el Berlín occidental y llevaban los elementos de construcción para empezar a levantar el muro. ¡Fue algo increíble, si uno escribe con eso una novela no lo creen! O creen que uno había fumado, como dicen... No lo podíamos creer.
Y nos dijeron por qué hacían eso. Decían que en una sociedad así abierta no podían realizar el socialismo porque Estados Unidos había hecho de Berlín la gran vidriera de Occidente; había invertido muchísimos millones de dólares y entonces la diferencia entre los dos Berlín era muy grande. Pero la equivocación vino ya de Stalin. La Unión Soviética había conquistado Berlín y le dieron la mitad de la ciudad a los aliados occidentales. Stalin recibió una provincia del sur de Alemania, donde estaba Leipzig. Y se equivocó, porque Estados Unidos se hizo fuerte en esa mitad de Berlín y mostró de qué es capaz el capitalismo cuando sabe invertir. Fue una especie de ventana hacia Occidente, un problema que nunca pudo regular el sistema comunista y que al final va a provocar la caída del Muro y el fin del mundo comunista.
- Usted también estuvo presente en la caída del Muro…
- Sí, estaba viviendo en Kreuzberg [barrio popular de Berlín occidental], donde pasé mi exilio. Recuerdo que empezamos a escuchar la radio que decía que la gente salía, que la gente salía, van todos al Muro. Así que fuimos al Muro. Cuando se abrieron las puertas, los guardianes del este no pusieron ningún impedimento y empezó a llegar la gente del este y nos abrazábamos todos. Era una gran alegría y dice a las claras que los muros nunca pueden terminar con la libertad. Ante todo, el respeto de la libertad de los pueblos.
- Veinte años después de la caída, ¿en qué medida se logró la reunificación de Alemania?
- La unificación de Alemania se ha logrado, pero es el sistema capitalista. Hay mucha gente que se ha sentido desamparada. Está bien que los desocupados cobran una especie de ayuda y todo lo demás. Pero se han perdido algunas cosas buenas, tal vez pocas, pero buenas que había hecho el comunismo. Por ejemplo, en las fábricas estatales el último piso estaba dedicado a comedores y salas de juegos para los hijos de los obreros y para la reunión de las familias. Así que cuando terminaban el horario de 8 horas, a la noche, las familias venían a visitar a los obreros y podían cenar y los chicos jugar en ese piso y hacían una gran amistad. Llegó el capitalismo y eso se acabó. El último piso también tiene que ser productivo. Y si quieren ir, que vayan a la hostería de la esquina. Hay algunas de esas instituciones comunitarias que se han perdido y eran lo poco bueno que hizo el comunismo. El capitalismo no tendría que haberlas sacado, tendría que haberlas respetado.
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